La IA, inteligencia artificial, ha hecho que la traducción sea accesible para la mayoría de nosotros. No es necesario dominar un idioma, ahora basta seleccionar su lengua de origen, su lengua de destino y el fabuloso algoritmo nos libera los millares de signos creando así las palabras encadenadas entre ellas que se convertirán en frases. Traducir a la era de Internet y de Google translate se ha convertido en un juego de niños ¡y a pesar de todo!
La traducción es un fenómeno complejo, es el encuentro de dos idiomas, dos pensamientos, dos culturas, dos seres. El traductor solo puede traducir con lo que es intrínsecamente, su historia, sus emociones, su moral, su ética, su deontología. Sin embargo, la IA no está todavía dotada de razón. Funciona de una manera muy diferente de la cognición humana. Ella no es capaz de expresar y entender las emociones. La IA es el producto del hombre, alimentado por los hombres, mientras que la traducción es un proceso mental.